Santiago Lorenzo vuelve a hacernos reír (por no llorar) con ‘Las ganas’

"Las ganas". Santiago LorenzoFuente: Revista La Huella digital. Artículo: Albert Vaquero.


Santiago Lorenzo es el rey de la tragicomedia de la novela española actual. Actual, pero que bien podría haberse escrito hace medio siglo, lejos de la era digital y su lenguaje escueto y lleno de emoticonos. Pues la prosa del autor es única, marca de la casa, singular, efectiva e inigualable, explorando el castellano como ningún otro hoy día, e incluso si no encuentra la palabra idónea la inventa. Es una maldita bomba que en cuanto abres el libro te estalla en la cara.

Al igual que sus dos anteriores novelas, Los millones y Los huerfanitos, también publicadas en la editorial Blackie Books, nos encontramos con unos personajes machacados por sus traumas personales y la cruda realidad, que no les ofrece piedad alguna, ¿pero acaso la merecen? Son unos “losers” reconocidos y justificados, no lo han tenido fácil en la vida, pero ellos, a su vez, se lo han ganado a pulso. En Las ganas Benito, como bien anuncia la faja del libro, además de feo “lleva tres años sin eso”. ¿Y qué es eso? Sexo, su gran falta y necesidad.

Por si fuera poco, este pequeño empresario que inventó un regenerador milagroso para la madera no obtiene respuesta de cierta importante empresa extranjera supuestamente interesada en su producto, de la que recibe únicamente falsas esperanzas, pero nada más. Pronto aparecerá María en su vida, a través de un plan urdido por Crespo, su veterano compañero de trabajo, pero, a pesar de estar hechos el uno para el otro, esta no será ni mucho menos la solución a sus problemas. ¡Pobre Benito!

Desgracia tras desgracia y jugarreta del destino, no exentas de culpa, por supuesto, Benito sufrirá y hará sufrir por su necesidad de conseguir “porlar”, como a él le gusta llamar al sexo. Con una portada excelente a cargo del ilustrador ya habitual colaborador de Lorenzo y mundialmente conocido Ricardo Cavolo, Las ganas no es una novela de amor, aunque lo haya, ni de sexo, que lo hay (más tarde o más temprano acaba habiendo), pero de lo que no dudamos es que es una novela de humor negro que se disfruta desde su primera a la última página donde la tragedia y la comedia van de la mano y se ríe por no llorar.

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